jueves, 23 de agosto de 2012

Que florezcan miles de flores

Por Gabriel Pandolfo*

El año pasado, en el Chaco, una periodista me preguntó cómo calificaba lo que había hecho Néstor –perdón por la confianza- desde su llegada a la Casa Rosada. No fue difícil, hizo lo que la gente quería, le contesté. Muchos me miraron con cara de desaprobación, como si hubiese dicho una blasfemia imperdonable. Pasado el tiempo, volvería a contestar lo mismo. No es poca cosa hacer lo que la gente estaba pidiendo. Para eso es la democracia. Por eso se les llama “mandatarios”, porque son los ejecutores del mandato popular.
No es poca cosa, y además, vaya paradoja, fue el presidente más original de la Argentina –entre otras cosas- justo por eso.  
Sirva como ejemplo aquel día en el que dio la orden de descolgar el cuadro de Videla. El periodista Horacio Verbistky, quien le acercó la idea, ya le había propuesto el mismo gesto a Fernando De la Rúa y a Eduardo Duhalde. Ambos se hicieron los otarios, lo iban a pensar.
Claro está que interpretar a las mayorías no es para cualquiera. Lo que iba a hacer lo había dicho en la campaña y en su discurso inaugural como presidente. Lo que sorprendió, y enamoró a más del 22% de los que lo habían votado, fue que efectivamente lo hiciera.
Hasta que él llegara, los candidatos tenían un discurso, y a penas se sentaban en la Casa Rosada, olvidaban de inmediato el programa que se había votado. Raúl Alfonsín lo había intentado, hay que decirlo, pero no pudo, no lo dejaron, no estaban dadas las condiciones o no supo. Por una de estas razones, o por todas juntas, fue una de las grandes decepciones que le facilitaron a Carlos Menem ocupar su lugar. Él, recordemos, hizo todo lo contrario a lo que había prometido.  
La verdad no necesita defensa. Está a la vista, se la puede verificar en los archivos. Fue astuto y sinuoso en algunos frentes, defendiendo el modelo con alianzas temporarias cuestionables, pero el árbol necesitaba madurar, fortalecerse, para ganar autonomía.
No fue perfecto, por suerte. Pero con todas sus imperfecciones cambió la ruta por donde íbamos. Y algo mucho más importante: le sacó las llaves a todas las puertas que habían estado cerradas con candados durante décadas.
Días antes de morir, le dijo a un dirigente popular: “Los voy a dejar a ustedes, los militantes, en el centro de la escena.” Y le pidió a este dirigente y otros que cuidaran a Cristina. Pero cuidar a Cristina significaba cuidar el modelo.
Las herramientas estaban en la mesa: la recuperación de la política como instrumento de transformación, y la subordinación de la economía a ella.
“Yo a Néstor Kirchner no le soy leal, yo soy leal a la idea que representa Néstor Kirchner”, había dicho por entonces José Ottavis, dirigente de La Cámpora y hoy diputado de la provincia de Buenos Aires.
Habría que refrescar esas ideas y profundizarlas. ¿Qué hace falta? Creatividad, mucha, toda. Agitación cultural. Alentar la participación inteligente y la organización: ampliar al máximo posible la política. Cuanto más política, más atención a las necesidades sociales, instituciones más fuertes, y la consecuente reducción de la corrupción y de la violencia, entre otras cosas. La corrupción y la violencia amenazan a la política.
El gran déficit es la inexistencia de oposición política, salvo por medio de la crítica y la descalificación. Más mediática que otra cosa. Es una oposición sin ideas, que no convoca, que no emociona.
Es fácil criticar. Se puede criticar todo: a Dios, al diablo, a los pájaros, a los pobres y a los ricos, a mi mamá, al verdulero de la esquina... Los críticos son como arañas hambrientas. Al acecho, esperando por las moscas. Los hay con desprecio moderado y con desprecio furioso. Fríos como un diagnóstico, talentosos actores aficionados ensayando funerales por adelantado.     
Sin un otro creativo, comprometido, inteligente, la discusión, el debate de ideas, se convierte en un tedioso vaivén de defensa y ataque. El futuro se vacía de entusiasmo, a la espera de una victoria pírrica. 
¿Por qué no dar un paso más, buscando acuerdos con los ciudadanos sobre los objetivos públicos siempre pendientes, expandiendo la conciencia y multiplicando la participación en cada territorio y con sus problemáticas propias? Generando cooperación desde lo micro en lugar de competencia desde lo macro. 
¿Profundizar el modelo no es superar esta transición? Abrirse a una nueva pedagogía, investigando, estudiando y aportando soluciones a necesidades de cada municipio, de cada barrio.
    Es sólo una pequeña idea que se puede desarrollar en todos los campos de la actividad y necesidad humana. Valga como ejemplo: http://www.labaratadelcentral.com.ar/


* Autor de “Néstor, El presidente militante.”

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